miércoles, 15 de junio de 2011

El sueño te envolvió con hojas verdes, como a un árbol, respirabas, como un árbol, en una luz serena




y en la fuente transparente vi tu cara
con los párpados cerrados y las pestañas horadando
el agua.
Mis dedos encontraron tus dedos entre la hierba
tierna,
te tomé el pulso un instante
y sentí en otra parte la pena de tu alma.

Bajo el plátano, cerca del agua, en los laureles
te desplazaba y destrozaba el sueño
en torno a mí, cerca de mí, sin yo poder tocarte toda
entera,

unida a tu silencio:

yo veía tu sombra agigantarse y hacerse más pequeña,
perderse en otras sombras, en el otro
mundo que te dejaba y te cogía.

La vida que nos dieron a vivir ya la vivimos.
Ten lástima de aquellos que aún esperan con tan gran paciencia
perdidos bajo el peso de los plátanos en los laureles
negros,
y de cuantos hablan solos a las cisternas y a los pozos
y se ahogan en los círculos mismos de su voz.
Y  compadece al compañero que sudor y penurias
compartió con nosotros
y se hundió en el sol, como un cuervo más allá de los
mármoles,
sin esperanza de gozar la recompensa.

Danos la serenidad fuera del sueño.

-Yorgos Seferis-


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