martes, 7 de junio de 2011

Un día se le reprochó al filósofo Diógenes Laercio que mendigara, mientras Platón no lo hacía nunca. "Sí lo hace - replicó-, pero acercando la cabeza, para que nadie le oíga".


Como alguien se lamentara de que sus amigos conspiraban contra él, reflexionó: "¿Qué vamos a hacer, pues, si hemos de tratar por igual a amigos y a enemigos?"

 Cuando pedía dinero a sus amigos, les decía que no mendigaba, sino que sencillamente reclamaba lo suyo.


Se dice que Diógenes Laercio estaba cercano a los noventa años en el momento de su muerte. Corren diversas versiones. Según una, le sobrevinó un cólico a consecuencia de la ingestión de un pulpo crudo, hallando así la muerte. Según otra, acabó con la vida voluntariamente, mediante la contención del aliento.

"Hasta el bronce envejece con el tiempo. Pero tu fama, Diógenes, pervivirá eternamente.
Pues tú sólo enseñaste a los mortales la doctrina de la autarquía (individualidad libre y alegre...) y les mostraste la manera más sencilla de vivir."


EL BLOG SIN MIEDOS.

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