Miró la tarde deshacerse
sobre el Caribe. Sus ojos absolvieron
alguna botella particularmente
feliz, qué dama helada, sus
hijos a quienes nunca vio
crecer. La soledad aceptada. Y el olvido.
Se despidió del camarero.
Subió a su barco. Se mató.
El blog sin miedos en un ay
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