viernes, 14 de enero de 2011

Besando tus labios sin ahogarlos. Sólo así sigo viviendo.

SALAMBÓ
La luna se elevaba a ras de las olas, y sobre la ciudad, aún envuelta en tinieblas, brillaban puntos luminosos, zonas de blancura; la lanza de un carro en cualquier patio, algún pingajo de tela colgado, la esquina de una pared o el collar de oro en el pecho de un dios. Las bolas de vidrio en los techos de los templos irradiaban acá y allá como gruesos diamantes. Pero las informe ruinas, los montones de tierra negra y los jardines se destacaban como sombras más densas aún en la oscuridad, y más allá de Malqua las redes de los pescadores se extendían de casa a casa , como murciélagos  gigantescos que desplegaran sus alas. Ya no se oía el rechinar de las ruedas hidráulicas que elevaban el agua al último piso de los palacios; en el centro de las terrazas descansaban tranquilamente los camellos, tumbados sobre el vientre, al modo de los avestruces. Los porteros dormían en las calles, en el dintel de las casas; la sombra de los colosos se alargaba en las plazas desiertas; a lo lejos , la llama de algún sacrificio  seguía ardiendo, y la humareda se escapaba a veces por las tejas de bronce; la penetrante brisa traía entremezclados con los aromas de las especias los olores del mar y el vaho de las murallas recalentadas por el sol.
-Flaubert-

                                                 El blog Sin miedos 

1 comentario:

Anónimo dijo...

maravilloso