domingo, 16 de octubre de 2011

De lo sublime y de lo bello. Edmund Burke.

El sonido y el ruido.

La vista no es el único órgano de la sensación por el cual puede producirse una pasión sublime. Los sonidos tienen un gran poder en éstas como en la mayoría de otras pasiones. No me refiero a las palabras, porque las palabras no afectan simplemente por sus sonidos, sino por medios completamente diferentes. Un ruido excesivo por sí solo es suficiente para subyugar el alma, para suspender su acción y para llenarla de terror. El ruido de grandes cataratas, tormentas rabiosas, de un trueno o de la artillería, despierta una sensación impresionante y horrorosa en la mente, aunque no podemos observar precisión ni artificio en aquellas clases de música. El griterío de multitudes tiene un efecto similar; y, por la mera fuerza del sonido, asombra y confunde tanto la imaginación, que, en esta vacilación y turbación de la mente, los temperamentos más estables  apenas pueden resistirse a ser arrastrados a unirse al griterío común y a la resolución común de la muchedumbre.

La brusquedad.

El principio brusco o el cese de un sonido, por intenso que sea, tiene el mismo poder. Esto llama nuestra atención, y nuestras facultades se ven inducidas, por así decir, a estar alerta. Todo lo que, tanto en visiones como en sonidos, hace la transición  de un extremo a otro fácilmente, no causa terror, y, por consiguiente, no puede ser causa de grandeza. En todo lo que es repentino o inesperado, somos susceptibles de sobresalto; tenemos una percepción del peligro, y nuestra naturaleza nos impulsa a ponernos a resguardo de él. Obsérvese que un simple sonido, de cierta fuerza, aunque de poca duración, si se repite a intervalos, provoca un gran efecto. Pocas cosas son más horrorosas que las campanadas de un gran reloj, cuando el silencio nocturno impide que nuestra atención se distraiga demasiado. Lo mismo puede decirse de un tamborileo repetido a intervalos; y de sucesivos disparos de cañón a cierta distancia...

Quale per incertam lunam sub luce maligna
Est iter in sylvis.

A faint shadow of uncertain light,
Like as a lamp, whose life doth fade away.
Or as the moon clothed with cloudy night
Doth show to him who walks in fear and great affright

-Spenser-

Pero cuando la luz se nos aparece y nos deja, y así repetidas veces, es todavía más terrible que la oscuridad total: y hay algunos sonidos inciertos que, cuando compiten las disposiciones necesarias, son más alarmantes que un silencio total.

El blog sin miedos

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