Me quedé mirándole, pues le conocía bien;
Y aunque he visto muchos cadáveres nunca vi
Ninguno que, tras un suceso así, estuviera tan sereno.
Herido en el estómago, hígado y corazón,
Parecía dormir, hasta tal punto se diría
(Sus heridas eran internas; ninguna raja fea
De cuchillo mostraba la causa) que no estaba muerto;
Así que me quedé mirándole y dije o pensé:
¿Es esto la muerte? ¿Qué es vivir? ¿Y morir?
¡Dime!, pero no respondió. "¡Despierta!", pero siguió dormido.
"¿Quién tenía ayer más arrestos que tú?"
Su espada ahuyentaba a mil guerreros.
Como el centurión, "ven", decía,
Y el otro iba. "Vete" y se marchaba.
Clarines y cornetas callaban cuando él hablaba
Y ahora no tiene sino un tambor enlutado.
-Lord Byron-
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