miércoles, 5 de enero de 2011

¿Existe algo más ligero, más caprichoso y libre, según todas las apariencias, que la arborescente floración de las ágatas?




Aun así, las ágatas son el resultado de la feroz opresión de un ambiente coloidal, aprisionadas en la más implacable de las estructuras inquisitoriales y sujetas a todas las torturas de la comprensión y la asfixia moral, de manera que sus ramificaciones más delicadas, aladas y ornamentales son -por lo que parece- tan sólo rastros de si imposible ansia de huida de su agonía de muerte, los últimos coletazos de un trozo de materia que no quiere ceder hasta llegar a las vegetaciones finales del sueño mineral. De ahí que lo que aparece en el caso de la ágata no es una planta transformada en mineral, ni siquiera una  planta apresada y devorada por un mineral. Al contrario: la ágata es realmente la aparición espectral de la planta, su alucinación arborescente y mortal: el fin y la forma de la inquisitorial e implacable opresión del reino mineral.
Lo mismo sucede con la rosa. Cualquier flor vive en una prisión. Desde el punto de vista estético la libertad es falta de forma.
La forma es tensión. La libertad es informe.
-Josep Pla-


El blog Sin Miedos

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