Nada es nuestro, tuyo y mío,
ni ese miedo de perderse
al juntar un beso ambiguo
que queríamos valiente.
Nada es nuestro, tuyo y mío,
ni ese odio que fue siempre
presuroso, sin sentido,
como un loco impertinente.
Nada es nuestro, tuyo y mío,
ni el silencio ya indeleble
que nos une en este rito
de agujeros y cipreses.
-Luis Eduardo Aute-
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