nunca le ahorran ni le rebajan nada a nadie. Por consiguiente, ahorremos unas lágrimas que no consiguen nada; pues más fácilmente este dolor nos agregará a ellos que nos los devolverá: si nos atormenta y no nos ayuda, hay que abandonarlo desde el primer momento y apartar el espíritu de unos consuelos vanos y de una suerte de amarga ansia por sufrir. Pues a nuestras lágrimas, si la sensatez no les señala un límite, la suerte no se lo señalará. Venga, mira a tu entorno a todos los mortales, hay por todas partes materia abundante y frecuente para llorar: a uno lo reclama su trabajo cotidiano la pobreza laboriosa, a otro lo inquieta la ambición que jamás descansa, otro ha sentido miedo de las riquezas que habia anhelado y por ese deseo suyo pasa fatigas, a otro lo atormentan las preocupaciones, a otro los quehaceres, a otro el gentío que asedia constantemente su vestíbulo, éste se lamenta de tener hijos, este otro de haberlos perdido: antes nos faltarán lágrimas que razones para lamentarnos. ¿No ves que clase de vida nos ha prometido la naturaleza, que ha querido que lo primero de los hombres al nacer sea el llanto?
-Séneca-
El Blog sin Miedos
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