martes, 17 de abril de 2012

¿Cómo decirte, hermana, la pena que me oprimía el corazón? La aurora del día fijado para mi marcha amaneció gris y tranquila.




Concluía la décima luna, cuando llegó la época en que las hojas de los árboles empiezan a caer y los bambúes se estremecen en el aire helado vespertino o matinal. Antes de irme quise ver mis lugares predilectos, avivar e imprimir su belleza en la memoria. He aquí el estanque: la brisa apenas murmura, la siento en el ligero movimiento de las hojas y el loto. Éste es el venerable enebro. Tiene trescientos años y está todo retorcido; a su sombra, en el jardincito de las rosas, en el tercer patio, me quedé una hora. Visité los viejos bambúes del antiguo patio de acceso. Sintiéndome feliz en medio de todas mis plantas, me detuve un instante para admirar las hojas de color verde oscuro. Por último, deseando llevarme algo que fuese como un símbolo de toda la belleza de los patios, escogi ocho crisantemos, que coloqué en un búcaro. Estaban plenamente abiertos, con toda su belleza de colores: rojo, amarillo, violeta pálido...,

C-P S. Buck

Blos Sin Miedos

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