lunes, 26 de noviembre de 2012

La persona mala sólo piensa en sí misma: la persona de bien sólo piensa en hacer el bien, sin tener en cuenta su propio interés.

                                                

                                    LA BENEVOLENCIA

La benevolencia se parece a la amistad, pero no es precisamente la amistad. Puede ejercerse sobre desconocidos, sin que sepan el sentimiento que se experimenta por ellos; lo cual no sucede con la amistad. La benevolencia tampoco es la inclinación a amar; porque no tiene ni intensidad, ni deseo, síntomas que ordinariamente acompañan a la inclinación. Así, la inclinación se forma con el hábito, pero la benevolencia puede ser hasta casual, por ejemplo, el interés que se toma por los luchadores; los espectadores, al verlos combatir, se sienten benévolos respecto de ellos, y los auxilian con sus aclamaciones, sin que por eso estén dispuestos a tomar parte personalmente en la lucha. En este caso, la benevolencia es del todo eventual, y la afección que provoca no pasa de la superficie. Esto nace de que la amistad, como el amor, comienza, al parecer, por el placer de la vista; porque si al poco no produce encanto el aspecto de la persona, no se la puede amar.No quiere decir esto que, uno se sienta seducido por la forma, ya esté enamorado, pues sólo hay amor cuando se siente la ausencia de una persona y se desea su presencia. Es cierto que no pueden dos amigos hacerse amigos sin haber experimentado antes la benevolencia, pero tampoco basta ser benévolo para amar. Uno se contenta con desear el bien a aquellos que son objeto de nuestra benevolencia, pero sin que, por otra parte, esté uno dispuesto a hacer nada con ellos, ni a privarse por ellos de cosa alguna. Sólo metafóricamente puede decirse que la benevolencia es la amistad. Pero también puede afirmarse que la benevolencia, prolongándose en el tiempo y llegando a constituir un hábito, se convierte en una verdadera amistad, que no es la amistad por interés, ni la amistad por placer, porque la benevolencia no se inspira ni en uno ni en otro de estos motivos...
-Aristóteles-



                                                       Marpin y la Rana

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