"Ha llegado la hora de que las personas se tracen su propia meta. Ha llegado la hora de que una persona siembre la semilla de su esperanza más alta. Su tierra es lo bastante rica todavía para ello. Pero un día esa tierra será pobre y floja, y ya no podrá brotar de ella ningún árbol elevado. ¡Ay, llegará un día en que una persona ya no lanzará más allá de sí mismo la flecha de su anhelo; un día en que ya no sabrá vibrar la cuerda de su arco! En verdad os digo que hay que seguir teniendo un caos dentro de sí para ser capaz de parir una estrella rutilante. Y en verdad os digo que vosotros tenéis todavía un caos en vuestro interior. Pero ¡Ay!, llegará el día en que el hombre ya no podrá parir estrellas. Llegará, ¡ay! el día del hombre más despreciable: el hombre que ya no es capaz de despreciarse a sí mismo.
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