pequeña y medrosa al principio, pronto se remonta por los aires, y con los pies en el suelo, esconde su cabeza entre las nubes. Cuéntase que irritada de la ira de los dioses, su madre la Tierra la concibió, última hermana de Ceo y Encélado, rápida por sus pies y sus infatigables alas; monstruo horrendo, enorme, cubierto el cuerpo de plumas, y que debajo de ellas tiene otros tantos ojos, siempre vigilantes, ¡oh maravilla!, y otras tantas lenguas y otras tantas parleras bocas, y aguza otras tantas orejas. De noche tiende su estridente vuelo por la sombra entre el cielo y la tierra, sin que cierre nunca sus ojos el dulce sueño, de día se instala cual centinela en la cima de un tejado o en una alta torre y llena de espanto las grandes ciudades, mensajera tan tenaz de lo falso y de lo malo como de lo verdadero.
Marpin y la Rana.
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