martes, 5 de febrero de 2013

Enamoramiento, éxtasis e hipnotismo. El ama de casa conoce que su criada se ha enamorado, cuando empieza a notarla distraída.

La pobre mujer no tiene la atención libre para movilizarla sobre las cosas que la rodean. Vive embobada, ensimismada, contemplando en su propio interior la imagen del amado, siempre presente. Esta concentración hacia su propio interior da al enamorado una apariencia de sonámbulo, de lunático, de "encantado". Y, en efecto, es el enamoramiento un encantamiento. El filtro mágico de Tristán ha simbolizado siempre con sugestiva plasticidad el proceso psicológico del "amor". En los giros de lenguaje usual que condensan atisbos milenarios existen veneros magníficos de psicología sumamente certera y no explotada aún.

Lo que enamora es siempre algún "encanto". Y este nombre de la técnica mágica, dado al objeto del amor, nos indica que la mente anónima, creadora del idioma, ha advertido el carácter extranormal e irremisible en que cae el enamorado.

El verso más antiguo es la fórmula mágica que se llamó cantus y carmen. El acto y el efecto mágico de la fórmula era la incantatio. De aquí encanto, y en francés, charme, de carmen.
-José Ortega y Gasset-


 Marpin y la Rana

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